Trémulo benjamín de los motores,
qué vas entre mis piernas encendido,
que despliegas tu fuerza y me sostienes
por los llanos, los montes, los alcores;
al crudo viento que en mis sienes
tronando resuena, y en el olor del campo me enajena.
Duro el caballo y blando el caballero,
se siente que van unida
la carne humana al inhumano acero.
Y el hierro cobra vida,
dócil al movimiento del regazo
del jinete vivaz que lo conduce,
ojo avispado al cruce, a la mortal arena, y al inoportuno patinazo.
Máquina valerosa, tú desprecias
del burgués el reproche;
Tú a la intemperie afrontas peripecias;
Tú ríes del poltrón que viaja en coche.
Y aunque seas ludibrio
Del sentido común, no has de quejarte,
Que eres hija del arte,
Y rodando demuestras tu equilibrio.
Mi cuerpo enardecido por tu aliento!
Vigor con que redimes
La ausencia de corceles más sublimes
Y a tu jinete encantas;
Prodigio de la Estática en dos llantas
¡Ay, si rodar pudieras sólo en una,
MANÉ
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